Relación con la comunidad

Realizan talleres de títeres en escuelas rurales

Con el apoyo de las fundaciones Arcor y Escolares y de la Secretaría de Extensión de la FFyH, el grupo de teatro de títeres “El Escondite” visitó catorce comunidades del interior del país para trabajar con más de 550 docentes de escuelas rurales. “El títere es un dispositivo psicosocial que le permite a estos grupos y comunidades simbolizar las relaciones sociales en las cuales participan”, señala Carlos Szulkin, integrante del equipo.


Uno de los titeres realizado por un maestro rural de La Quiaca.

La experiencia de este grupo interdisciplinario -integrado por Carlos Szulkin, Bibiana Amado, Griselda Osorio, Carolina Romano, Beatriz Medrano y Juan Spicagna- trascendió los límites del territorio de Córdoba y se expandió por nueve provincias argentinas. Más de 550 docentes de escuelas rurales ubicadas en parajes y comunidades alejadas de centros urbanos se reunieron en diferentes puntos del país para conocer las potencialidades del teatro de títeres como herramienta para reflexionar sobre el mundo junto a sus alumnos. En Jachal (San Juan), San Javier y Ucacha (Córdoba); Garuapé, Puerto Mado y Alem (Misiones); Humahuaca (Jujuy), San Martín y Pampa del Indio (Chaco); Allen (Río Negro), San Martín (Mendoza), Carlos Casares (Buenos Aires), Paraná y San José (Entre Ríos) se llevaron a cabo los encuentros y, en algunos casos, posteriormente se realizaron festivales para presentar en sociedad las obras y los muñecos construidos.

Desde el año 1992 -cuando los miembros de este equipo obtuvieron una beca de extensión de la UNC- hasta la actualidad, las actividades de “El Escondite” no pararon de multiplicarse en diferentes espacios y comunidades. El recorrido incluyó el trabajo con jóvenes y niños de Ischilín, Tulumba y Río Seco, luego en Pampa de Achala, Traslasierra y -más adelante, con el apoyo de la Fundación Arcor- en sesenta escuelas del norte cordobés. “Son antecedentes fuertes que nos permitieron reconocer las posibilidades de este dispositivo y las características del uso de esta herramienta en zonas rurales”, comenta Szulkin. La propuesta de articular el taller de títeres con los procesos de alfabetización de niños fue sistematizada y publicada en 2003 en el libro “Entretelones”.

¿Qué historia contamos?
El proyecto está estructurado en tres etapas: una fase narrativa, una fase plástica y, por último, una fase dramática. En un primer encuentro se trabajan los aspectos relacionados con la escritura y la producción de guiones. Bibiana Amado es la responsable de coordinar esta instancia que, principalmente, apuesta al reconocimiento de situaciones y personajes propios del contexto sociocultural de los participantes para la construcción de historias. “Hay mucho cuidado en el rescate de los aspectos regionales y los particularismos, en un marco de profundo respeto por el otro”, explica Griselda Osorio, docente de la Escuela de Artes y coordinadora del programa de extensión Arte y Sociedad de la FFyH.

Por su parte, Szulkin resalta: “Básicamente, lo que el maestro se lleva en esta capacitación son herramientas que le permiten trabajar con un aspecto que, muchas veces, no está presente en la escuela y que es la propia experiencia de los niños”. De este modo, la apuesta metodológica se centra en los relatos de experiencias de vida como insumo principal en la construcción de los guiones. “Para nosotros –continúa el psicólogo- no puede haber una historia de títeres si no hay previamente una idea escrita desde la cual partir y que nos permita pensar en personajes, un contexto y un conflicto”. En este sentido, destaca que la búsqueda se orienta a la producción de un “genotexto”, es decir un texto generador inicial.

Imágenes de mundo
En un segundo momento interviene Griselda Osorio, con una propuesta artística que revaloriza los aspectos educativos de la disciplina. “La idea es que los docentes puedan construir trabajos plásticos que no reiteren estereotipos y miradas no reflexionadas de mundo”, manifiesta la titular de las cátedras de Técnicas y materiales de pintura y de Metodología y Práctica de la Enseñanza en la Escuela de Artes. En este sentido, la docente sostiene que la educación artística debe acompañar “la construcción de miradas enriquecedoras y reflexivas”.

Para Szulkin, en la formación del maestro rural, el capítulo de la enseñanza artística está ausente. “Desde nuestra propuesta, intentamos que el teatro de títeres interpele estas formas y prácticas naturalizadas que muchas veces aparecen como únicas e inmodificables”, puntualiza.

En esta misma línea, Osorio explica: “El muñeco y la construcción visual de la obra deben acompañar al texto y lo que se está diciendo”. En este caso, se intenta no reforzar con la imagen aquellos aspectos de la cultura hegemónica que, precisamente, se están resistiendo en la construcción del guión. “El títere, plásticamente, también debe acompañar las propuestas de una cultura y una educación crítica”, sintetiza la profesora.

El proyecto, de acuerdo con Osorio, pone en juego algunos aspectos de la corriente de la pedagogía crítica, precisamente, porque les permite “entrelazar contextos culturales y miradas políticas”. Potenciar la ironía y la suspicacia que tienen los niños a partir del trabajo con la imagen, así como comprender el significado que adquiere la plástica en las culturas en las que la oralidad es más fuerte que la escritura, son otros desafíos del proyecto. “Son decisiones metodológicas fundamentales –señala Szulkin- para poder insertarnos en los contextos de diversidad cultural en los que interactuamos”.
De los talleres realizados en los diferentes lugares del país, los integrantes del equipo resaltan, especialmente, la destreza que tienen los niños tobas, por ejemplo, en el modelado de los objetos artísticos. En la construcción de los títeres sobresale la representación de animales, el uso de pieles o plumas y la confección de personajes con atuendos y trajes característicos de la región. “Los niveles de observación que tienen de la naturaleza son mucho más profundos que los que tenemos nosotros en la ciudad y sus representaciones tienen una riqueza de particularidades increíbles”, resume la licenciada en Pintura.

Abrir el juego
El trabajo dramático es el tercer aspecto que el equipo aborda en este proyecto. “El maestro –relata Szulkin- entiende inicialmente que el cuerpo no participa en la escuela y que toda la actividad que desarrolla está ligada exclusivamente a lo intelectual”. En consecuencia, en este módulo el camino a transitar se inicia con el reconocimiento del cuerpo y su utilización en el espacio escolar.

Según Szulkin, en estas prácticas “tiene mucho que ver la figura del docente como posibilitador y hasta dónde es capaz de abrir el juego”. En todos los casos, el grupo entiende a la cultura local como punto de partida. “No para encerrarnos en ella –dice el psicólogo- sino para iniciar un diálogo intercultural que facilite la integración de la cultura local y global en los aprendizajes de los niños”.
La propuesta está ligada, principalmente, a la representación de escenas de la vida cotidiana basadas en un conflicto. En este sentido, en el trabajo con los maestros aparecen de manera reiterada relatos sobre las condiciones en las que desarrollan su actividad. “La cuestión del transporte, la falta de agua potable, los deterioros edilicios y la ausencia de las autoridades son temas recurrentes en las obras de los docentes”, plantea Szulkin. En este marco, el tema del traslado aparece como crucial en la vida de todos los maestros rurales, así como la tensión entre el hogar y la escuela, como lugar de trabajo.

En el caso de los niños, el integrante del “El Escondite” expresa: “Lo que más manifiestan los chicos en sus obras es una idea o una temática de la libertad; un pedido de que los traten bien, los escuchen y los dejen jugar”. Los argumentos de las historias no son fortuitos, entiende Szulkin, si se reconoce que la mayoría de estos niños trabajan y participan en actividades productivas, como cosechas y cría de animales, en las diferentes zonas rurales de nuestro país.

Festivales
Como conclusión del trabajo desarrollado desde fines de 2005, en Jujuy, Misiones y San Luis se realizaron festivales para la presentación de las obras de títeres realizadas por los docentes y alumnos de las escuelas que formaron parte del proyecto. “Los festivales son instancias de socialización de la experiencia gestionadas por la propia gente del lugar”, comenta Szulkin.
Los pobladores eligen una localidad como sede donde convergen masivamente las delegaciones que representan a cada comunidad con una obra de títeres. Por ejemplo, el festival de Humahuaca (Jujuy) se realizó el 12 de noviembre en el anfiteatro de la plaza, y se presentaron 19 elencos. Por otra parte, en la localidad de La Florida, a 40 kilómetros de San Luis capital, participaron once escuelas en el festival y alrededor de 350 personas.

“El objetivo –dice el psicólogo- es que alumnos, maestros y padres puedan intercambiar sus producciones y reconocerse en el trabajo del otro en un contexto de diversidad”. Asimismo, indica que estos encuentros buscan potenciar las capacidades organizativas de los pobladores y la asunción de un rol activo como “gestores culturales”. Cabe destacar que durante los festivales, además de las presentaciones de las obras de títeres, se arma una feria con stands donde se exhiben los muñecos que elaboraron los demás miembros de la comunidad que no pudieron asistir al encuentro.

La magia del títere crea el deseo de aprender y prepara para la acción política

A lo largo de los últimos 16 años, los muñecos del teatro de títeres “El Escondite” se han ido constituyendo en portadores del deseo de aprender y de preparar al sujeto en la acción propiamente política.

Desde mi perspectiva de acompañante (por tramos) del desarrollo teórico–empírico de este equipo de intervención, el festival de títeres recientemente realizado en la plaza de Humahuaca, en la provincia de Jujuy, representa un momento singular de síntesis de la trayectoria de los usos y dispositivos del teatro de títeres que sería interesante pensar en relación con los procesos de cambio social.

“¡Llegan lo títeres!”, “¡Es el festival de títeres!” , “¡Que vuelvan lo títeres!” son frases de niños y adultos que expresan una buena nueva, una esperanza. Son portadores de algo mágico que la gente sabe. Su magia reside en que produce una representación y esta representación se construye desde la realidad y no imprimiendo realidad a la representación.

En efecto, cuando se tiene la posibilidad de participar en los festivales, estos espacios que construyen los muñecos y la gente, se descubre la simpleza y la densidad de la estrategia donde surge el deseo de aprender.
Primordialmente, la estrategia busca orientar acciones concretas para hacer los muñecos y los guiones superando el sentido común para basarse en el saber común–local. De esta manera, la estrategia va logrando que las acciones destinadas a la producción de la obra de títeres logren, cada vez, mayor significatividad al inscribirse en lazos sociales que aseguran el reconocimiento del otro y que expresan, con fuerza artística, la confianza pública.

En este sentido, la estrategia que utiliza el teatro de títeres “El Escondite”, en sus fases acumulativas del trabajo grupal, prepara el acto de magia de la manifestación de la representación de la obra, de algo que estaba acallado, negado y/o naturalizado. Un acto público donde los grupos se han predispuesto, durante el trabajo de producción–objetivación, a hacer visible en el escenario, y ante la mirada de todos, la presencia-ausencia del saber colectivo de la realidad cotidiana. Ello opera como un argumento para el reconocimiento social y, al mismo tiempo, les devuelve a sí mismos una imagen identitaria diferente. Promueve el deseo de estar, ser protagonistas, aprender.

Indudablemente, lo que allí se produce y se experimenta no es inocente. Nada se logra por presentarse con un retablo y un conjunto de muñecos dado que, en toda institución, comunidad o barrio, cuando llegan los títeres, estos viajeros de la humanidad, ya existe una trama grupal y, podrán o no anclar en ella, para producir ese acto de magia.

Por ello, desde una perspectiva psicosocial, entiendo que la clave de su eficacia reside en la construcción de la trama grupal anclada en el sentido de participación que articula el saber de la comunidad y las estructuras cognitivas como mecanismos reguladores. De esta manera, el encuadre y las estrategias del dispositivo títere, preparan grupalmente para el salto cualitativo del lugar del sentido común como entretenimiento al del saber común como participación. Por lo cual en esa preparación, que se juega el trabajo del equipo que interviene con títeres, para llegar a esta acción, que es propiamente política. Elabora grupalmente los saberes de su realidad cotidiana y ello crea el deseo de aprender y de actuar sobre ella.

En esta sutil y cuidadosa tarea entre equipo interviniente y trama grupal, será importante y necesario, por consiguiente, crear una instancia de reflexividad sobre los supuestos, creencias y mitos sociales respecto del cambio social y su prospectiva hacia el futuro, desde una discusión ética que sostenga la vigilancia sobre la omnipotencia clasificatoria de las instituciones legitimadoras de la dominación simbólica.

Por Ana Correa