En literatura, todo lo que no es peripecia es poesía o ensayo

En el marco del ciclo Profesor invitado, que organiza la Escuela de Letras de la FFyH, el escritor Carlos Surghi conversó con Sergio  Chejfec, quien el jueves 24 de agosto brindó la clase abierta La enseñanza entre pares: sueño de la literatura. Además, en el Museo Genaro Pérez, presentó sus libros El subte (Editorial La Sofía cartonera) y El visitante (Excursiones). 

Sergio Chejfec abandonó Argentina en 1990. Había publicado una novela titulada Lenta biografía y se lo vinculaba con la nueva narrativa que poco a poco, desde la hoy mítica revista Babel, relevaba no sólo a las generaciones precedentes sino también a los modos de narrar, las temáticas y hasta la figura misma de escritor que imperaban en una Argentina que asistía al fin de la post-dictadura. Sin embargo, la distancia y la proximidad son dos figuras que una y otra vez regresan en su estilo. Habría que señalar que Chejfec visitó y visita asiduamente el país, que a su primera estadía en Caracas siguió su actual residencia en Nueva York, y esa itinerancia hace a cierta autonomía que su prosa ha ido ganando. Como Saer, otro ausente, la morosidad en el contar, la predisposición sensorial de sus relatos, la atención casi mínima a disolver la anécdota hasta volverla excusa ha configurado un estilo tan imperceptible como contundente. Por lo que Chejfec parece posicionarse de un modo equidistante ante la intimidad y el extrañamiento, tal vez las dos orientaciones más relevantes en sus recientes textos.

Durante los últimos veinte años su obra se ha afirmado como una de las propuestas literarias más atípicas y estimulantes de la literatura argentina. Tal vez porque como pocos narradores Chejfec ha sabido trabajar la digresión y el fragmento como estímulos de la trama; ha visto en sus personajes una posibilidad de que el soliloquio, el imperativo de la voz y la modulación le permitan al pensamiento desplegarse de un modo narrativo alrededor de mínimas anécdotas. Quien lea sus últimos libros, Modo linterna (2013), Ultimas noticias de la escritura (2015), Teoría del ascensor (2016) y El visitante (2017), comprobará que se sitúan mucho más allá de la ficción, en ese territorio donde el ensayo, la crónica y hasta la fábula capturan toda atención.

  • Desde tus primeros relatos el viaje, los itinerarios de algunos personajes y ciertas formas alejadas de los consabidos modos de narrar, son más que evidentes y coinciden con tu decisión, en 1990, de vivir afuera del país, primero en Caracas y ahora en Nueva York. Dos ciudades por cierto diametralmente opuestas, pero en relación con vos, en algo similares. ¿Cómo fue esa correspondencia entre desplazamiento, escritura y el extrañamiento propio de la distancia tanto en tus comienzos de escritor como en la actualidad?

Hay una oscilación, y sobre todo distintas negociaciones, entre lo parecido y lo diferente. Eso referido a Caracas y Nueva York respecto de Buenos Aires. Es una opinión personal, más bien una experiencia personal. Desde un punto de vista, los parecidos entre Caracas y Buenos Aires son menos elocuentes porque, al ser profundos, se destacan más las diferencias. Y acaso lo inverso respecto de Nueva York. A eso se suma que cuando llego a Caracas había publicado una primera novela hacía muy poco tiempo, no me consideraba escritor y por lo tanto mi aproximación a la creación era abierta, me inclinaba naturalmente a describir más el desconcierto o la perplejidad que la certeza o la definición.

  • En varios de tus relatos la ciudad, el paisaje, los contextos inmediatos de la observación pueden entenderse como un personaje silencioso, omnipresente, evidente e invisible a la vez, que muda de uno a otro texto. Tal vez por eso las percepciones, las emociones que se traslucen en la descripción o en las miradas e inflexiones de la voz narrativa parecen cobrar mayor importancia que el tradicional argumento. ¿Te interesa desarrollar una escritura de la experiencia inmediata?

Son cosas que salen de ese modo. A veces los relatos son desarrollos de un pensamiento que abarca distintos órdenes de situaciones. Las situaciones van cambiando, los pensamientos traman relaciones, o no, se despliegan. No tengo teorías sobre lo que hago, más bien son inclinaciones. El pensamiento produce una suspensión de la temporalidad, entendida como cronología de causas y efectos. Y como la narración no puede operar en el vacío, el espacio tiende a ocupar el lugar del tiempo.

  • En Estados Unidos trabajás en una Maestría en Escritura Creativa, algo que en el ámbito universitario argentino no existe. ¿Cómo es la experiencia de objetivar el proceso creativo para transmitirlo?

No objetivo el proceso creativo, nunca. No convierto mis clases, si se pueden llamar así, en sesiones de transmisión de un contenido vinculado a una técnica o un saber. Más bien trato de ponerme en el lugar del texto o autor sobre el que estamos hablando. Eso requiere de una objetivación, es verdad, pero no tiene un carácter personal: no es mi forma de escribir lo que expongo, sino acaso una forma de leer. Hay otros autores que en los talleres son más asertivos, eso se debe a que tienen cosas para transmitir, cosa que en mi caso no ocurre. A lo sumo puedo lanzar advertencias, que funcionan como negatividades (no hacer esto, lo otro, etc.). Creo que debería ser suficiente con eso.

  • Desde hace algunos años la crítica argentina lee las señales de un giro autobiográfico en la narrativa. En Modo linterna (2013) o en Últimas noticias de la escritura (2015) hay varios elementos que parecen fácilmente identificables con tu persona: situaciones, amistades, recuerdos; y sin embargo, se ven matizados por un valor testimonial o documental. ¿A qué se debe?

Supongo que se relaciona con cierta debilidad de la ficción. Cuando la literatura deja de ser un vehículo apto para transmitir significados generales (cosas relacionadas con la identidad, el mundo, la conciencia, la historia, la trascendencia individual o de la comunidad, etc.), la consecuencia es que la ficción, tal como la entendíamos, pierde su función de ser. Las historias típicas de la ficción han dejado de ser relevantes, aun cuando muchos procedimientos traten de rescatarlas.

  • Tus últimos relatos emplean modos ensayísticos para el tratamiento de mínimas anécdotas; mientras que algunas descripciones presentan formas propias de la poesía. Pero tanto uno como otro procedimiento tienden a lo mismo: borrar una referencia real, situar siempre las motivaciones de la escritura en lo incierto. ¿Podríamos hablar de una estética que antepone la disolución melancólica al efecto realista de una lectura del mundo?

No sé si es así de programático. A lo mejor obedece a una cuestión de sensibilidad de la época. Antes las narraciones desplegaban un marco de asertividad, ahora despliegan un marco de desconcierto. No es que ocurra siempre y que en el pasado no se produjera, pero hoy la narración en general tiene una relación más cautelosa con la noción de verdad, a veces para exponerla de manera parcial.

  • En La experiencia dramática (2012), en Mis dos mundos (2008), hay un marcado cruce entre lirismo y reflexión que conduce a los personajes hacia puntos de ensueño, o lo que podríamos llamar una cavilación flotante y ensoñada. Vos dedicaste un libro a un gran poeta argentino, Sobre Giannuzzi (2010), ¿qué relación hay en tu escritura entre poesía y narrativa? ¿Diametralmente opuesta? ¿Complementaria?

A lo mejor, en literatura, todo lo que no es peripecia es poesía o ensayo. Se ha argumentado mucho para ampliar los límites de la novela, para que contenga muchas formas variadas; y quizás habría que ampliar los márgenes de la poesía y dejar a la novela tranquila con sus capítulos, climas, personajes y conflictos. Asumo una fórmula no general, que por otra parte es sólo descriptiva: tiendo a considerar que la diferencia entre el poeta y el narrador pasa por que el primero sabe lo que quiere decir, y el segundo no. De ahí las aclaraciones, descripciones y circunloquios propios de lo narrativo.

  • En uno de los relatos de El visitante (2017) decís “comprobé una vez más que lo mío es estar fuera”, lo cual permitiría leer un programa estético basado en la curiosidad, la atracción y la distancia ante los hechos. Pero más que un procedimiento literario parece una actitud subjetiva. ¿Cómo se trabaja ese estar fuera?

El sentirse fuera es una condición, a veces una actitud. Es como ser escritor. ¿Uno es escritor o se hace el escritor? Si sos escritor sin hacer de escritor, aunque sea en una mínima parte, no sos. Y si te hacés el escritor, aunque no lo seas, probablemente lo sos. No estoy hablando en términos de deshonestidad o fraude, o no solamente. Esa conciencia te permite una mirada exterior de lo que hacés, como si se tratara de otro, incluyendo lo que escribís y las cosas que imaginás.

  • En el relato El subte planteas toda una serie de detalles, conjeturas y digresiones que parecen apuntar hacia una zona de lo íntimo que se antepone al viaje que el protagonista lleva adelante presuntamente en un raid académico. ¿Cumplir con presentaciones de libros, asistencias a congresos, o el simple dictado de charlas es un modo de encontrar esa intimidad que luego se objetiva en un texto?

Puede ser, porque son momentos en que la dialéctica entre lo íntimo y lo no íntimo funciona a pleno. Digamos, lo íntimo y lo público. Una charla, por ejemplo, con cuatro asistentes en una sala para 100 personas. El director del instituto, la secretaria, un amigo del director, una amiga del conferencista. En cuanto al número, es un evento privado. Pero su carácter ha sido público. El contraste es múltiple, con muchas reverberaciones. Son casos en que la dimensión privada existe gracias a la dimensión pública, y al revés, aun cuando todo sea en definitiva equívoco.

Por Carlos Surghi


Sergio Chejfec nació en Buenos Aires, en 1956. Desde 1990 hasta 2005 vivió en Caracas, donde publicó Nueva sociedad, un diario que trata temas de política, cultura y ciencias sociales. Actualmente vive en Nueva York y dicta clases en la Maestría en Escritura Creativa en New York University. Ha escrito novelas, cuentos, ensayos y poesía. De sus trabajos, se pueden mencionar Lenta biografía (1990), Los planetas (1999), Boca de lobo (2000), Los incompletos (2004), Baroni: un viaje (2007, 2010), Mis dos mundos (2008), La experiencia dramática (2012), Modo Linterna (2013). Tres poemas y una merced (2002) y Gallos y huesos (2003), El punto vacilante (2005), Últimas noticias de la escritura (2015), El visitante (2017). Ha sido traducido al inglés, francés, alemán, portugués y hebreo.


 

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