“La filosofía planteó cuestiones éticas en un lugar sin filtros éticos”

14457288_192469844516196_2566825027600242788_nComo parte de un proyecto de Extensión de la FFyH, profesores y ayudantes-alumnos desarrollaron en 2014 un taller de filosofía en la cárcel de San Martín, que culminó con la publicación de“Filosofía y Prisión”, con textos e ilustraciones de los internos, que fue presentado en la última Feria del Libro de Córdoba. Paula Hunziker y Diego Neo cuentan lo valioso de la experiencia y Virginia Carranza aporta una conmovedora columna sobre el libro.

“Ustedes cerraron la cárcel de San Martín”. Entre risas, con mucha picardía, Diego Neo, ex interno de ese penal que en abril de 2016 se convirtió en el primer egresado del Programa Universitario en la Cárcel (PUC) de la FFyH, al recibir su título de profesor de Filosofía, se divierte con lo que fue una experiencia “realmente transformadora”, ocurrida puertas adentro de uno de los penales más emblemáticos del país, hoy motivo de debate sobre su funcionamiento y/o conservación.

“Lo más rico y valioso del taller fue lo heterogéneo de sus participantes, y que permitió plantear cuestiones éticas a la cárcel, que es un lugar que no tiene filtros éticos. Fue un desafío pensarse como sujetos éticos en un contexto de encierro, y cómo recuperar esas voces del silencio”, dice orgulloso Neo, participante del Seminario-Taller de Extensión que los profesores de la Escuela de Filosofía Paula Hunziker, Rodrigo Sánchez Brígido, y las ayudantes-alumnas Erika Whitney, Andrea Teruel, Ari Costamagna y Antonella Parmigiani, organizaron y desarrollaron en la primera mitad de 2014 en la escuela de la penitenciaría.

14440780_192472097849304_2502872299402936765_n“El taller era un espacio abierto dentro de un espacio cerrado, que no se pensó instrumentalmente, quisimos hacer una actividad abierta a la comunidad carcelaria, no sólo para los que están cursando alguna carrera de grado ahí adentro. El único requisito que pusimos fue que manejaran elementos de lecto-escritura”, cuenta Hunziker, y agrega: “El taller transcurría en un aula escolar que funcionaba en el medio de la cárcel, sin guardias, lo que produjo una situación de igualdad en un ámbito de no igualdad”.

Aún movilizada por la experiencia, feliz de poder repetirla en esta última parte del año en la cárcel de Bouwer, Hunziker destaca que del taller “participó cualquier interno, no tenía que ver con el tratamiento ni con su recuperación. La actividad no se pensó ‘para’, sino la educación en sí misma, como derecho humano para todos y que se garantice sin más”.

Sentados en ronda, cada quince días, durante dos horas y media, entre 15 y 20 internos se juntaban para leer “La República”, de Platón, el “Discurso del método”, de Descartes, “Tratado de la naturaleza humana”, de Hume, y “La presentación de la persona en la vida cotidiana”, de Goffmann, y discutían sobre cómo esos textos clásicos de la filosofía tenían que ver con sus vidas, experiencias, trayectorias e ilusiones. “La pregunta siempre surge, el diálogo es la filosofía, el supuesto de igualdad es la pregunta”, valora Hunziker.

Una experiencia movilizadora

La dinámica de trabajo era simple: “repartíamos los cuadernillos con los textos, y planteábamos una experiencia concreta para que la pregunta filosófica tuviera sentido. El punto de partida eran las experiencias personales, en un grupo que hacía mucho estaban encerrados y en el que casi ninguno había podido terminar su secundario. La idea era entusiasmarlos para que lean, que se formen y completen sus estudios. Y luego los hacíamos escribir sobre lo que leían, que eran autores clásicos porque nos ayudaban en la conceptualización y la abstracción”, sostiene Hunziker.

14462868_192470994516081_2207592789427334677_nDesde su lugar de ex interno –a punto de cumplir su condena y casi profesor de filosofía mientras se desarrollaba el taller–, Diego es una voz representativa de la importancia que significó la práctica extensionista en la cárcel: “Otra cosa muy buena del taller fue quebrar la idea naturalizada de que ahí nada cambia. De que si estás adentro es el destino que te tocó, de que los presos no nos merecemos nada, que es algo que el sistema penal te lo hace saber y sentir todos los días de una manera muy fuerte”.

Igual que su colega Hunziker, el profesor que hoy atiende la cantina del Pabellón Haití por las siestas, valoró que el taller fuera abierto a todo el mundo: “Eso inauguró muchas voces, y en lo personal fue hacer lo que yo quería hacer como parte de mi residencia práctica en filosofía”.

Repensar la universidad en la cárcel

Profesora universitaria e investigadora, Paula arrancó en octubre otro taller, ahora en la cárcel de Bouwer, y asegura que estas prácticas son muy enriquecedoras: “Te moviliza qué es enseñar y cómo enseñar en contextos de encierro. Y aunque es poco el tiempo que uno está en esa institución, te das cuenta de lo importante que es que la UNC esté en la cárcel, y no sólo como una experiencia académica de grado. Para mí fue transformador, renové la pregunta sobre qué es enseñar, se produce un contraste fuerte entre lo que es hacer algo en la cárcel y dar clases afuera, en una escuela. Es un aporte a la transformación del otro, y una invitación a una conversación muy interesante”.

Aunque la propuesta académica y de extensión que ofrece la UNC ha ido creciendo con el paso de los años y el afianzamiento del PUC, la realización del taller generó algunos interrogantes en Paula: “Creo que habría que repensar institucionalmente la relación Extensión-cárcel-FFyH, y también el dictado de las carreras de grado, ver si no habría que hacer carreras más cortas, intermedias, para facilitar el cursado de los internos”.

Escritores, filósofos y poetas

“En cuanto a la filosofía, todo es relativo. Por ejemplo, a veces ella sabe a bizcochuelo, pritty-limón y libertad”, escribe Jorge Rafael Nieto, uno de los internos que participó del taller, quien con arrolladora simpleza –y no menos profundidad-, pone en palabras la experiencia de haber “laburado” la filosofía en su encierro, escribir un texto sobre ella, y que encima su producción sea parte de un libro colectivo.

“El libro es producto de este taller de extensión, cuyo antecedente fue uno que habían hecho Magdalena Brocca, Alejo González y Fulvio Stanis, profesores también de la Escuela de Filosofía, en la cárcel de San Martín, que son parte de la ampliación de la universidad en otros espacios”, destaca Hunziker.

14462744_192471164516064_962527150554854625_nLlevar adelante una propuesta educativa en un contexto de encierro es de por sí un desafío para los que internos que participan, como para los docentes que lo realizan, pero mucho más emocionante si encima eso termina en un producto final, concreto, tangible y querible como un libro. “Los textos que terminaron en libro fueron producto de una selección, y el objetivo era que el taller quedara en algo, que persistiera más allá de la experiencia”, agrega la profesora de Filosofía Contemporánea y Etica II.

Neo valora también que “la mayoría de los participantes no habían hecho talleres y fue muy interesante poner en tensión para qué sirve la filosofía, su utilidad, porque en la cárcel el sistema funciona si no funciona, ¿entendés?”.

Por Camilo Ratti

Fotografías: Editorial de la UNC. Presentación de los libros: “Sentidos políticos de la universidad en la cárcel. Fragmentos teóricos y experiencias” y “Filosofía y Prisión”, en la Feria del Libro Córdoba, 23 de septiembre de 2016.


Un libro que es un grito

Por Virginia Carranza

Los cerrojos decimonónicos del Penal de San Martín chirrían agudo, chirrían herrumbre. Son la metáfora, en sonido, de la humedad de los pisos, del aire hostil que se respira.

El diseño obedece, casi sin incorporaciones locales, al panóptico de Bentham. Se condensan temporalidades sobre la manera de excluir cuerpos, y vidas, del espacio público. Se condensan las razones y los métodos. Aparecen, como pliegues, entrelazadas, las discursividades y prácticas sobre las maneras que tiene, y ha tenido el poder de tramitar lo que define como oscuridades.

14520449_192471547849359_5118869020670176413_n“Si sólo soy por los otros lo que soy, ¿por qué lloro en la oscuridad de mi cuarto cuando nadie me percibe, cuando no soy?”

Las preguntas estallan entre esos muros descascarados, humedecidos de vidas y de muertes, mientras se escribe un libro de Filosofía.

Un libro que es un grito. Algunos de sus autores lo definen como una grieta, una hendija.

Las preguntas disparan las lecturas. Desatan los debates. Siguen, durante la noche, después del taller, desafiando la prescripción del sueño. La pregunta le da sentido de igualdad a las personas que la formulan, profesores de la Facultad de Filosofía y presos del Penal San Martín. Y es desde esa “igualdad radical”, en palabras de autores de este libro, que es posible esta experiencia de creación, de conocimiento, de trabajo colectivo. Esta práctica de libertad.

La lectura de los textos va llevando a honduras de reflexión inesperadas. Hay un universo de preguntas que se vinculan a una. ¿Cómo se funda comunidad? ¿Cómo se funda la idea y la praxis de la vida en común? Los autores de este libro comparten con nosotros algunas pistas.

¿Cómo aprehendemos, con hache, eso que llamamos realidad? La realidad, ¿existe por afuera de la subjetividad que la define? ¿Existe en contornos externos al sujeto, a nosotros? ¿Por qué es central esta pregunta? Aparece, en los diálogos y los textos, como el primer paso para el acto de conocer. Y el conocimiento como puente de libertad. Entonces, indagar sobre la manera de conocer es intentar entendernos como sujetos de libertad.

Ejercitar la extrañeza frente a lo habitual. Sorprenderse de lo obvio. Que nuestros ojos sean vehículos de mirada de otros. Poder identificar donde están las máscaras. Donde se abre el cielo.

Fugarse de uno mismo, estar de salida, “con otros”, intentar ser otro, despertar del ensueño. Por ahí parece que comienza este camino, que echa a andar cuando la razón encuentra palabras propias. Y no cualquier palabra. Cuando podamos nombrar, definir, cuestionar, imaginar, con nuestras palabras el sentido de la Justicia, por ejemplo.

Y aquí aparece algo que veníamos conversando en ocasión de la Sentencia de la Mega Causa de La Perla/Campo La Ribera. La justicia como razón de comunidad. La justicia como el piso, lo que funda lo común, lo que nos hermana. Lo que nos iguala.

Estas reflexiones son y están en los textos, diálogos, poemas e ilustraciones que conforman este libro.

La Filosofía es un asunto de todos, interpelando ese “todos” en cada uno de nosotros, nos dicen las primeras líneas de este libro. Deshilvanando la larga y profunda conversación de la Humanidad a través de tres ejes y tres autores:

-El Mito de la caverna de Platón. Las sombras del sistema. Las cavernas donde estamos sumergidos.

-El Discurso del Método de Descartes. Sobre la posibilidad o no de distinguir realidad de apariencia. Sueño de vigilia. Lo subjetivo de lo objetivo.

-y Hume con “Tratado de la naturaleza humana” junto a Goffman con “La presentación de la persona en la vida cotidiana” para abordar la cuestión de la identidad. Identidad y razón. Identidad y máscaras. Pensar el alcance y los límites de la razón para seres sensibles y mundanos.

Un libro que me resultó conmovedor. Porque nos anima a asomarnos a una experiencia. Una experiencia que transformó a quienes participaron de ella. Y no siempre ocurre, en el acto educativo, en un encuentro de la índole que sea, que cada quien y con otros, se vea atravesado en sus fibras más íntimas, en sus certezas. Que se desorganicen las tranquilidades.

Esto ocurrió en el Penal de San Martín. En un lugar que ya no es. Que hoy es animal muerto de los carroñeros de siempre.

Entonces, cuando ya no sé si seguirán chirriando, recordando el panóptico, esos cerrojos húmedos y hostiles, este libro es también un territorio de memoria. Este libro es también un acto de resistencia.

Porque cree en la capacidad creadora y emancipadora de las personas, estén o no circulando por las calles.

Porque desmenuza los métodos de la dominación.

Porque sostiene que debería ser distinto.

Porque encuentra su huella en la lucha por la vigencia y el ejercicio pleno de los derechos humanos.

Porque nos hace revisar la responsabilidad de la Universidad Pública respecto al derecho a la educación, respecto al encierro y al castigo.

Porque nos invita a volver a mirar ese edificio en Barrio San Martín, y ver ahí memorias, plegadas, superpuestas, solapadas, invisibilizadas, de centenares de vidas, que allí transitaron, padecieron, murieron, mataron, estudiaron, se preguntaron, fueron secuestrados y desaparecidos, se enamoraron, hicieron revistas, esculturas, cuadros.

Que un semestre, hicieron un taller de Filosofía. Que escribieron un libro. Y que se les cambió la vida.

Para terminar, un poema que me estuvo rondando todo el tiempo mientras leía el libro, de Roberto Juarroz:

Pienso que en este momento

tal vez nadie en el universo piensa en mí,

que sólo yo me pienso,

y si ahora muriese,

nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,

como cuando me duermo.

Soy mi propio sostén y me lo quito.

Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto

que pensar en un hombre

se parece a salvarlo.

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