Alberto Filippi: “El intelectual debe producir saber crítico, pero es indispensable que esté en la calle, que tenga política”

De fuertes lazos académicos y afectivos con Argentina y Córdoba por su relación con Pancho Aricó, el profesor Alberto Filippi, de la Universidad de Camerino, Italia, pasó por la FFyH para dictar un seminario sobre Antonio Gramsci, de quien es un especialista. Intelectual y militante político, resaltó la notable actualidad de la obra de quien en los ‘30 revolucionó el marxismo para entender la actual realidad latinoamericana, atravesada por fuertes cambios políticos y culturales. De lengua filosa y provocativa, y en plena discusión por la nueva Ley de Medios Audiovisuales y manifestaciones anti K, Filippi analiza el rol de los grandes medios de comunicación en la construcción de hegemonía, festeja que los intelectuales “estén en la calle y hagan política”, y asegura que “la autonomía política no es posible sin autonomía del mensaje”.

Después de cuatro intensas clases sobre su querido Antonio Gramsci, a horas de tomar su vuelo de regreso a Italia, el profesor Alberto Filippi se relaja un poco y acepta esta entrevista con Alfilo, convencido de que el pensamiento de quien es su objeto de estudio desde hace décadas tiene mucho para aportar si queremos entender los profundos cambios políticos y culturales que Argentina y Sudamérica vienen experimentando en esta primera década del siglo XXI. “La actualidad política de Gramsci se explica por la analogía de la perspectiva histórica de su presente. La analogía de su presente con el presente nuestro, desde el cual leemos nuestra realidad. Entonces, son muy importantes sus instrumentaciones teórico-políticas y culturales, porque penetraron en el entendimiento de la realidad italiana y europea de una manera muy profunda, superando los esquemas, los dogmatismos, los catecismos marxistas, stalinistas, leninistas, superando la visión mecanicista de la historia, de la inexorabilidad. Como Gramsci peleó contra el objetivismo y contra la desviación subjetivista de la revolución, es actual y tiene instrumentos de análisis de clase, de la clases dominantes, de los grupos subalternos, del rol de los intelectuales, de la construcción de hegemonía…, conceptos que ayudan a movernos culturalmente, y no solo a nivel nacional o internacional, sino continental y sureño”.

Filippi dio una clase abierta en la Plaza Seca.

El gran problema es que son medios de difusión de ideologías anticulturales, preculturales o profundamente separadas del contexto real de la historia Argentina o americana, son casi siempre ideologías foráneas, que niegan las identidades propias».

Para el actual profesor de la Universidad de Camerino, Italia, activo militante político en las décadas del ’60 y ’70, la obra de Gramsci “conecta filosofía de la praxis con la historia, historia con economía política, economía política con teoría de la crítica de la teoría literaria o literatura. Conecta los intelectuales porque son conectables los campos de saber, porque son vinculables los grupos de intelectuales, que en cuanto grupos subalternos solo pueden ser factor de revolución de hegemonía si se organizan, porque sino quedan atrapados en las corporaciones. Por eso el rigor gramsciano, la pasión política y creadora con la cual acuña, funciona a modo de bisturí para penetrar la realidad histórica-presente.

-¿Y cómo impactan esos instrumentos teórico-políticos en América Latina?

-Aquí y ahora en Argentina, lo que Gramsci hizo en 1932 hay que hacerlo en el 2012.

– ¿Y en Córdoba? se lo pregunto por la importancia decisiva que tuvo en algún momento la ciudad para la cartografía de pensamiento de Gramsci.

– Los intelectuales y militantes cordobeses están en deuda con aquella generación de Pancho Arico, que trabajó para traducir e introducir a Gramsci en la cultura política Argentina. Es el momento en el cual debemos retomar esa tradición de Pancho, que había sido olvidada, exorcizada, censurada, destruida por la cultura desculturizante del liberalismo, sobre todo en el tema de materias históricas y humanísticas. Hay que retomar eso con mucha fuerza porque hay que cubrir el vacío del cual venimos de 20 años de falta de estudios serios, no de Gramsci, de la historia Argentina, de la historia Sudamérica, de nuestras identidades culturales. Venimos de grandes vacíos teóricos y es un momento muy importante de estudiar nuestro presente para imaginar un futuro más sureño en el mundo de hoy. Es un desafío pleno de complicaciones teóricas muy grandes, y si no se tiene una profunda seriedad en los estudios y en la formación teórica, te quedás desarmado.

– En una parte Gramsci habla sobre la importancia de los medios de comunicación. Dice “la prensa es la parte mas dinámica de la estructura ideológica”. Estamos hablando de los años ’30, en los cuales había un absoluto predominio de los medios gráficos ¿Cómo deben entender los gramscianos lo que son hoy los medios de comunicación en la construcción de una opinión pública, la construcción de una realidad, cuando hoy lo que tenemos son grandes corporaciones de medios?

Filippi: “Una cultura dominante de un solo grupo social no tiene ninguna relevancia en el futuro. La democratización de la cultura es la base de que el proyecto nacional democrático funcione”.

– La producción periodística, la producción ideológica, es el elemento determinante en la dominación hegemónica o en la construcción de la hegemonía de los subalternos, para que lleguen a penetrar la hegemonía dominante. Es uno de los elementos de fuerza de quien posee los medios de difusión, el gran problema es que son medios que difunden ideologías anticulturales, preculturales o profundamente separadas del contexto real de la historia argentina o americana. Son casi siempre ideologías foráneas, que niegan las identidades propias. Entonces no son solo desnacionalizantes a través de lo internacionalizante espurio, si no que no forman y no respetan la argentinidad, la cordobesidad. Todo lo opuesto de lo que aparentemente defienden, por eso digo que son negadores de las identidades de las cuales se hacen indebidamente portavoces. El problema es que como están dentro de los gángleos del poder, son poder porque hemos dicho que la cultura es poder, de ahí que son sumamente peligrosos porque ayudan a dar una imagen errada de país. Al realizar eso, impiden que se formen los debates reales sobre los problemas reales, de la vida cotidiana. Es un trabajo muy grande de crítica entender qué son, qué hay detrás de la naturalización de los conceptos y las palabras, trivializado permanentemente en el mensaje televisivo o escrito. Y proponer un lenguaje que sea capaz de descifrar la realidad, por eso es fundamental llegar a tener medios propios. Medios autónomos, la autonomía en la política no es posible sin autonomía de los mensajes. La autonomía de la política es clave para la construcción de hegemonía. Después está el rol fundamental de las instituciones en la producción cultural, como pueden ser y son la escuela o la universidad.

Yo diría que la otra es una hegemonía débil, porque si somos rigurosamente gramscianos, vemos que la hegemonía de los caceroleros está fundada en el no consenso, o sea en el consenso falso inducido por los medios de comunicación, entonces no sé si es una hegemonía.

– En relación a eso, en el último decenio (2003-2012) en Argentina se vio una fuerte intervención de los intelectuales en el debate político, cómo lo ve usted.

– Nunca es fuerte, ojala sea más fuerte…

– Pero a lo que veníamos acostumbrados no parece poco…

– Hay un renacimiento del rol de los intelectuales, es una de las grandes novedades de Argentina y de las contribuciones que está dando el despertar de la unión sudamericana. El descubrimiento de América latina por un lado y de las identidades que nos permiten hacer un discurso conjunto. Pero que hay que ir por más, los intelectuales que están dentro y fuera de la universidad tienen que aumentar el debate y sobre todo la influencia que desde la universidad se debe irradiar a la sociedad civil, siendo que es uno de los puntos cruciales de la construcción de lo público, del estado, de las transformaciones que la sociedad necesita para que este proceso cultural no se detenga, avance, se profundice y se democratice. Entonces, al intelectual lo veo en la facultad, produciendo saber crítico, pero sobre todo es indispensable que esté en la calle, que tenga política, en las instancias de la construcción pública de las políticas, como los sindicatos, los patronatos, los concejos municipales, la comuna. Haciendo y ejerciendo el rol de quien elabora hegemonías pero al mismo tiempo las difunde y crea las condiciones sociales de agrupación de unidad, de organización de lo que Gramsci llamaba la voluntad colectiva. Hay que pensar para la voluntad colectiva, organizar para voluntad colectiva.

– Otro fenómeno claramente visible es esta construcción de hegemonía cultural política que viene construyendo el kirchnerismo, frente a otra hegemonía que viene siendo fuerte y que se manifestó con los caceroleros.

– Yo diría que la otra es una hegemonía débil, porque si somos rigurosamente gramscianos, vemos que la hegemonía de los caceroleros está fundada en el no consenso, o sea en el consenso falso inducido por los medios de comunicación, entonces no sé si es una hegemonía.

– Aparece o se manifiesta como una hegemonía del poder económico y comunicacional.

– La veo endeble culturalmente, consciente o inconscientemente, pero que usa solo los medios como contenido de sí misma. Es solo la fuerza del medio el que permite que pasen los mensajes, porque son mensajes culturalmente débiles, de gente que no tiene una propuesta, una idea, una cultura. No son constructores de futuro estos medios.

– Entonces cómo leer en términos gramscianos la disputa de la hegemonía política cultural construida por el kirchnerismo frente a esta otra hegemonía económica comunicacional.

– Son muy fuertes, pero mientras la primera es ascendente la otra es declinante. Hay una situación en la cual avanzan fuerzas del futuro y otras que resisten con una incapacidad estratégica evidente. La debilidad de sus pensamientos teóricos se aprecia no solo en materia de economía política, sino también en materia cultural, existe una pobreza infinita ahí. Esta situación de equilibrio precario de empate hegemónico, de conflictualidad como técnicamente podríamos decirlo refiriéndonos a Gramsci, exige que avancemos en la elaboración cultural de nuestras ideas de conocimiento del país y de afirmación de los valores de libertad e igualdad como fundamente de lo económico, lo político y lo cultural. Sin miedo alguno a las manifestaciones mediáticas de esta ni siquiera burguesía, de estos mediadores económicos financieros que ni siquiera llegaron a ser la burguesía argentina ni en el siglo pasado ni lo van a ser en este. Que ellos se las vean en las urnas y fuera de las urnas, en las universidades y fuera de ellas, en los sindicatos y fuera de ellos. La hegemonía se demuestra nadando, tejiendo decía Gramsci: hilos tienes más se teje. Y ellos tienen muy poco hilo y mucho bombo. El fuerte no hace ruido, muerden los perros que callan, los que ladran no muerden.

– Otra de las cosas surgidas en esta última etapa política es la fórmula nacional y popular, pero con el agregado del concepto democrático ¿Cuál cree es el indicador del resurgimiento de la fórmula? ¿Qué introduce de manera incisiva este concepto? Usted trabajó mucho lo de nacional y popular, pero en relación a un contexto internacional.

– El concepto de nacional y popular nace en Gramsci como concepto de lo popular en esa etapa histórica, de que lo popular fuera nacional. Pero lo popular puede ser continental, sudamericano, etc. Porque popular es la adjetivación, no es el sujeto, el sujeto es nacional y popular de lo regional, popular como defensa de las raíces históricas del pasado específico y determinado de un lugar, de una comunidad, de una clase, de un grupo social, como pueden ser los intelectuales, los obreros, los campesinos, los estudiantes, aunque ser estudiantes es una condición transitoria. El problema es consolidar las ideas jóvenes que genera la universidad, que no es importante porque transitan jóvenes, sino porque genera ideas nuevas que vienen del pasado, no nacen del repollo. Es importante entender que cuando Gramsci habla de lo popular, habla de las identidades plurimas de cada pueblo o situación, región, nación (Córdoba, Argentina, Sudamérica) La defensa de estas identidades es la base para la construcción democrática de la cultura popular, porque solamente si la cultura es considerada en sus diferentes composiciones y conviven en ella diferentes clases sociales, grupos sociales, puede ser generadora de lo nuevo. Una cultura dominante de un solo grupo social no tiene ninguna relevancia en el futuro. La democratización de la cultura es la base de que el proyecto nacional democrático funcione, como democráticamente debe ser la relación entre dirigente y dirigido, entre representante y representado, y las distintas relaciones entre lo social, civil y estado.


La traición de Occidente a Salvador Allende

Alberto Filippi fue uno de los muchos y reconocidos intelectuales europeos que se vio atraído por la experiencia socialista de Salvador Allende, que en 1970 llegó al poder por elecciones democráticas, no a través de una revolución violenta, como había ocurrido con otras experiencias socialistas de América Latina, Asia y Africa.

– Usted participó de una época histórica, y queríamos preguntarle cómo fue esa experiencia en el gobierno de Allende.

– Mi participación fue como la de varios intelectuales europeos y chilenos: trabajé mucho en grupos ligados al ministerio de Justicia en la presidencia misma de Allende. Nuestro aporte eran los grandes temas de transición, de lo que llamábamos la transición al socialismo, en aquella famosa Constitución que se había escrito y que Allende iba anunciar pocos días después de que le hicieron el golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973. El objetivo era institucionalizar un estado de transición para que la democracia fuera más amplia. No te olvides que en ese momento en Chile existía una Constitución profundamente liberal, solo con algunas referencias a la república socialista del ‘30. Pero no había una instrumentación constitucional que permitiera avanzar en la democracia chilena. Por otro lado, trabajamos mucho para tratar de convencer, aunque ahí la batalla fue muy difícil. La clase política de Europa veía la necesidad de dar una solidaridad política fuerte al gobierno de Allende, algo que finalmente no se dio en mayoría. Inclusive a pesar de que al comienzo todos celebraron que finalmente en el mundo occidental se había llegado al poder a través del socialismo democrático, respetando constitución, instituciones. Pero luego toda Europa occidental le volteó la cara al presidente Allende y a su gobierno de Unidad Popular. Le quitó apoyo económico, diplomático. La Unión Soviética y China fueron de los primeros países en reconocer o cerrar los ojos frente al sanguinario golpe de Pinochet, lo que desnudó el cinismo de la política internacional de estos dos países del campo socialista.

– Y no fue el único caso

– No, claro, respecto a América Latina hay que recordar que en octubre de 1962, en ocasión de la resolución de la crisis de los misiles en Cuba, Kennedy y Kruschev –luego ratificado por Nixon y la larguísima presidencia del primer ministro Breznev-, estipularon, establecieron y defendieron la idea de que América Latina era de Estados Unidos y Europa. Con lo cual, hacían grandes alardes -e incluso modestos alardes de apoyar a Allende-, cuando en realidad por ese pacto jamás ayudaron a que avanzaran aspectos del socialismo en este continente. Tampoco olvidemos que no solo fue trágicamente concluida la experiencia de Allende, el ciclo de la división de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética había empezado en 1964 con el golpe de Estado que sufrió el gobierno de Joao Goulart en Brasil, y que luego se continuaría con todos los golpes en otros países. La estrategia imperialista en Sudamérica está ligada a la política internacional de la Unión Soviética de no interferencia, de no inmiscuirse en este continente. Pero eso es el pasado, lo que sí debemos reconocer gramscianamente (y esto vale para el presente), es que la correlación internacional de fuerzas, la relación entre estados dominantes y estados subalternos, nos obliga a pensar siempre en las condiciones de posibilidad de defensa de un proyecto nacional, popular y democrático respecto del mundo occidental. Razón por la cual solo a través de la mirada de Gramsci nosotros podemos defender este espacio americano en el concierto de las naciones y las potencias militares-económicas actuales como EE.UU, China y lo queda de Europa.


El mito del Che sigue vivo

– Hablando de su paso por Latinoamérica y de sus distintas intervenciones, en las clases que acaba de dictar en la FFyH contó algunos hechos de su participación en el Congreso Cultural de La Habana, realizado después de la muerte del Che ¿Quisiéramos saber cómo fue esa participación, y el impacto que tuvo ese encuentro en los movimientos políticos y revolucionarios de América Latina? Y cómo a partir de ese Congreso escribió El Mito del Che

– Bueno, en el libro sobre El Mito del Che intenté aplicar la categoría de mito político de Gramsci, acerca de la relación entre mito y utopía como momento de construcción social de la hegemonía y de la cultura de la liberación y emancipación. Esta interpretación gramsciana, mariateguiano, de la teoría del mito, la hice en torno al mito político mas difundido, conocido e arraigado en el mundo contemporáneo, que es el Che. Que considero -no solo yo-, que nació en gran medida por la coyuntura de que los días después de llegar la noticia de su muerte, en el mundo occidental (fundamentalmente América Latina y Europa), desde un comienzo se interpretó que la causa del Che no había fenecido con él, sino al contrario, continuaba. Porque los ideales de libertad, igualdad, de democracia y de lucha antiimperialista que Guevara significaba, no terminan con el protagonista físico, sino que continua con las ideas. Pero además, esto ocurrió durante los trabajos, ya que el Congreso duró muchos días, de diciembre del ‘67 a enero del ‘68, y había más de 500 intelectuales, los más destacados de Europa y del mundo de entonces. Cada uno de los cuales desde su punto de vista filosófico, literario, político, periodístico, etc, se ocuparon, escribieron, reflexionaron sobre la figura del Che. Esas reflexiones se conectaron con unos de los mensajes más importantes del Congreso, que fue el de Jean Paul Sartre. Esta interpretación de la figura de Guevara ya en esos escritos es casi la interpretación de su mito. Pero es más, en el libro que tu mencionas tomo en consideración un libro precedente que se llama Guevariana, del cual recogí todos los textos literarios de los autores presentes en ese Congreso de La Habana, que en los primerísimos meses siguientes a la muerte del Che escribieron sobre él. Es muy interesante, porque algunos de esos autores ustedes los conocen: Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Julio Cortázar, Eduardo Galeano y Mario Benedetti, entre otros. Si leen ahora todos esos textos se van a dar cuenta que constituyen el gran fresco, el gran retardo en cual vemos las distintitas composiciones de las imágenes, incluso visuales, del Che: el Cristo de la Higuera, el de Korda (que mira hacia delante, con la estrella roja en la boina) son construcciones de imágenes literarias y al mismo tiempo poético-políticas, la fantasía concreta gramsciana del mito colectivo: el príncipe de Maquievelo, el príncipe colectivo de partido político.

– ¿Se podría pensar lo mismo para la figura de Eva Perón?

– Por supuesto, son de esas poquísimas pero fundamentales figuras que mantienen el tejido de la memoria y son propulsoras de futuro, porque en cuanto mito son la continuación de la utopía. Con la muerte del Che y con los desaparecidos argentinos, uruguayos, chilenos. La muerte de la utopía guerrillera no hace sino que retransformar en mito la consigna de la cual la utopía guerrillera era portavoz, que eran la libertad, la independencia, la emancipación, la democracia, el socialismo, la revolución. Esa consigna se remitifica y son las nuevas utopías, entonces estos grandes personajes como Evita, Sandino, el Che, entran y permanecen en la historia como puentes generacionales permanentes de la continuidad histórica del desafío de la utopía. Que hasta que no se alcance, que nunca se alcanza por suerte, es un mito que guía la acción, para la acción colectiva.

– ¿Considera que hay algún mito nuevo que identifique en America Latina?

– No, la verdad que hoy no lo veo.

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