La complejidad de medir la obra de Borges

DSC02751Daniel Balderston trabaja desde la década del 80 con la obra de Jorge Luis Borges. En la Universidad de Pittsburgh, de Estados Unidos, dirige el Centro que lleva el nombre del escritor argentino, donde se estudia y conserva un importante reservorio del material crítico y bibliográfico. Dice que a través de los manuscritos “se pueden ver las posibilidades que Borges esbozó, contempló y descartó para reconstruir la composición de un texto”. 

Durante el mes de agosto, en el marco del ciclo “Escritores en casa”, organizado por la Escuela de Letras de la FFyH, se llevó a cabo la conferencia “Detalles circunstanciales: sobre dos borradores de ‘El escritor argentino y la tradición’ de Jorge Luis Borges”, a cargo de Daniel Balderston, profesor de  la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), donde también dirige el Centro Borges y su revista Variaciones Borges, una publicación semestral de filosofía, semiótica y literatura, en español, francés e inglés, basada en la obra del genial escritor argentino.

Este Centro, que funciona en Pittsburgh desde 2008, es el sitio más importante del mundo para el estudio de la obra de Jorge Luis Borges. Comenzó a funcionar en la Universidad de Aarhus (Dinamarca), desde donde se trasladó a la Universidad de Iowa (EE. UU) en 2005 y luego a Pittsburgh. En su página web se pueden encontrar numerosos recursos, como cientos de artículos críticos y una guía sobre información de las personas, lugares y lecturas mencionadas en los trabajos de Borges, basada en el libro de Balderston publicado en 1986, The Literary Universe of Jorge Luis Borges.
Además, Balderston es autor de los libros “Innumerables relaciones: cómo leer con Borges” (2010) y “¿Fuera de contexto? Referencialidad histórica y expresión de la realidad en Borges” (1996), entre otros.

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Daniel Balderston junto a María del Carmen Marengo.

El docente estadounidense llegó a la UNC invitado por el Área Letras del Centro de Investigaciones de la FFyH y la cátedra «Literatura Argentina III» de la Escuela de Letras. María del Carmen Marengo, docente de esa cátedra, lo entrevistó para la revista Alfilo.

Usted dirige el Centro Borges en la Universidad de Pittsburgh, que es un reservorio importantísimo de material bibliográfico acerca de la obra de Borges, ¿cuál es su historia y cómo funciona?

El Centro se fundó inicialmente en Dinamarca. Allí estaban dos argentinos: Ivan Almeida, que es egresado de la UNC, y Cristina Parodi, que hicieron posgrados  en Lovaina y Berlín respectivamente, y en el 95 decidieron organizar un centro dedicado a la obra de Borges y fundaron una revista, que empezó a salir en el 96. Publicaron 20 números hasta el 2005 y, cuando se jubilaron, me ofrecieron la posibilidad de continuar con la labor y la revista, además de la página web. A partir de 2006 estoy a cargo del Centro y de la revista. Empezó en la Universidad de Lowa, pero en 2008 me mudé a Pittsburgh y por eso ahora está ahí.  El Centro publica una revista especializada en la obra de Borges dos veces al año, con unos doce artículos críticos por número, a veces alguna poesía o relato y noticias. Además de la revista tenemos la página web que tiene varios recursos críticos, entre 800 y mil artículos y algunos libros y revistas en pdf, una bibliografía bastante completa sobre la vida y la obra de Borges. Creo que es la herramienta más completa que existe sobre las obras de Borges. Además, publicamos noticias sobre congresos, y se puede comprar la revista y libros a través de la página web. El año que viene vamos a publicar dos libros, que van a ser los primeros publicados por el Centro Borges.

Como investigador de la obra de Borges, ¿Cómo llega a la crítica genética, que es el campo en el que está trabajando actualmente?

Llegué casi por casualidad a trabajar sobre los manuscritos, porque empecé a trabajar con manuscritos de otros escritores. Por un lado, me había entrenado en cómo trabajar con manuscritos de Juan José Saer, Manuel Puig y de Silvina Ocampo, y comencé con cursos sobre la genética textual en Iowa sobre Donoso y Onetti. Los papeles de Donoso de la década del 50 están en esa universidad, entrené a los alumnos de posgrado para trabajar con esos materiales y publicamos algunos artículos que tenían que ver con esos originales en la revista Taller de Letras de la Universidad Católica de Chile. Por otro lado, había trabajado desde los años 80 en la obra de Borges y publiqué varios libros críticos. El tema de los manuscritos de Borges siempre me pareció imposible, porque muchos de ellos están a la venta a precios muy elevados. Pero descubrí que había mucho material en facsímiles o fotografías en libros de amigos o parientes de Borges que estaban circulando. Borges dejaba anotaciones en los márgenes de los libros y a través de esos  manuscritos es posible conectar sus lecturas con su escritura y a la vez estudiar en detalle su método de composición. Seguramente sólo he llegado a una pequeña parte de sus manuscritos, pero eso ha sido suficiente para entender el sistema de trabajo de Borges.

¿Cómo definiría el trabajo de la crítica genética, que es un área no muy desarrollada en nuestra carrera de Letras?

Comenzó en Francia en los años 70, cuando la biblioteca nacional francesa compró manuscritos de Heinrich Heine, el poeta alemán. Un equipo de críticos desarrolló una metodología para transcribir de forma precisa manuscritos de trabajo de un escritor y establecer una distinción importante entre los materiales pre-redaccionales o preparatorios y los manuscritos en sí. Esa veta ha sido muy fructífera en el estudio de los manuscritos de Flaubert, Joyce, Beckett, Emily Dickinson o de Melville, entonces hay muchos investigadores en varias partes del mundo que han hecho transcripciones de manuscritos y han estudiado muy de cerca los procesos composicionales de esos escritores. Para la literatura latinoamericana, el pionero fue Amos Segala, un italiano que comenzó a trabajar los manuscritos de Miguel Ángel Asturias.  En Argentina la persona que ha hecho el trabajo más importante en esta línea es Élida Lois, que está haciendo un gran trabajo con los manuscritos de Juan Bautista Alberdi, que están en la Estancia Los Talas en la provincia de Buenos Aires, en la Biblioteca Jorge Furt, que ahora pertenece a la Universidad Nacional de San Martin. Ella a la vez hizo la edición critico-genética de Don Segundo Sombra y la obra, que creo que es la cumbre de estas cosas para la literatura argentina, la edición del Martin Fierro que se publicó hace unos años. Para eso tuvieron que recuperar unos manuscritos de Hernández que estaban en mal estado. Hay bastantes obras publicadas en esta línea, pero todavía quedan manuscritos en archivos municipales, en bibliotecas, en colecciones particulares, entonces seguramente sería posible que algún tesista estudiara seriamente la crítica genética y aplicara eso al estudio de algún escritor argentino. Una gran noticia es que la Biblioteca Nacional compró gran parte de los papeles de Leopoldo Lugones, que están esperando que alguien los estudie. Los manuscritos de Onetti están en la Biblioteca Nacional de Montevideo. Hay papeles en distintas partes.

Es un trabajo arduo, uno tiene que acostumbrarse a los métodos de trabajo del escritor en cuestión y también a su letra. En el caso de Borges eso implica trabajar con lupa porque la letra es minúscula  y a veces difícil de descifrar. Hay otros escritores que tienen letra más amena para el crítico.

Seguramente hay miles de manuscritos de muchos escritores todavía, pero ahora ya están trabajando con computadora y seguro no imprimen o borran directamente los archivos. ¿Cómo se imagina el futuro de estos trabajos?

Eso se ha comentado bastante en los textos teóricos. Extrañamente no se coleccionaban manuscritos de escritores hasta la época del Romanticismo, es decir que no hay manuscritos importantes de Cervantes, de Shakespeare o del Dante. Hay algunos documentos legales de su puño y letra pero no hay manuscritos literarios. La crítica genética trabaja con lo que se llama el “manuscrito moderno”, que comienza a coleccionarse como fetiche a fines a fines del siglo XVIII y principios del XIX y, obviamente, deja de existir de la misma forma cuando la inmensa mayoría de los escritores adopta la computadora personal. Sin embargo, hay escritores que guardan múltiples versiones y los discos duros de las computadoras guardan versiones y en la misma web.  Por eso, la Universidad de Texas le compró a Salman Rushdie sus computadoras de la década del 80 y del 90, para tener los discos duros. Es decir que uno podría reconstruir las etapas de Los versos satánicos, por ejemplo, a través del estudio de las versiones consignadas en esos discos duros. Todavía no es muy común ese tipo de trabajo. Y supongo que la mayoría de los escritores no suelen guardar múltiples versiones de los textos, que los van borrando, pero de todas maneras el campo de la crítica genética ha definido como su área de mayor interés el manuscrito literario desde principios del XIX hasta la penúltima década del siglo XX. Hay una gran duda sobre que se hará con manuscritos posteriores a esa fecha, aunque hay escritores que todavía escriben en cuadernos. Es una buena pregunta y todavía no tenemos la respuesta. De todas maneras hay material suficiente que está esperando que alguien los trabaje.  El problema es enterarse de la existencia de esos materiales y después tener acceso a ellos.

Esta perspectiva va a contrapelo de lo que instaló el estructuralismo, que ve al texto como algo mecánico sin una mano de obra humana detrás…

Lo que se puede ver en los manuscritos literarios de un autor como Borges son las posibilidades que el autor esbozó, contempló, descartó, las anotaciones que tienen que ver con otras cosas que pasaba por su mente en ese momento, así que es posible reconstruir las circunstancias de la composición de un texto. Hay una búsqueda ardua por parte del autor de lo que va a publicar en una revista y después en un libro. Pero en el caso de Borges esa etapa no es definitiva tampoco, él sigue reescribiendo, corrigiendo los textos de una edición a otra, a veces de forma radical. El caso más famoso de eso es Fervor de Buenos Aires.  En el caso de Borges tenemos un escritor que escribía planteándose muchísimas alternativas, seleccionaba algunas a la hora de publicar un texto y sin embargo ese texto a veces se reescribe más de una vez. La historia textual de las obras de Borges es de una gran complejidad.

¿Cómo ve en este momento los estudios borgeanos?, ¿Qué líneas predominan?

La publicación de algunas anotaciones manuscritas, en el libro Borges, libros y lecturas de Laura Rosato y Germán Álvarez, permite estudiar en detalle como Borges trabaja con sus lecturas y como las referencias eruditas funcionan en el laboratorio, en la cocina del escritor, como a veces  se lo llama. Esas son novedades que los críticos anteriores, de 10 años atrás, no tenían. Y que permiten abrir la obra de forma inesperada, porque uno puede ver sus preocupaciones en sus conversaciones, también qué tipo de cosas iba anotando cuando leía y cómo esas lecturas entran en sus obras. Creo que eso ha dinamizado el estudio de Borges de forma nueva y bastante inesperada. Parecía que ya estaba todo dicho y de repente llega este caudal de material nuevo muy significativo para el estudio de su obra. Espero que en los próximos años haya más publicaciones de manuscritos en versión facsímil.

¿Cómo trabajan con los manuscritos de la época en que él ya no escribía y sólo dictaba?

Del 55 al 75 hay bastantes cosas porque la que tomaba apuntes era la madre de Borges. Es evidente que cambia el método de trabajo. En vez de esbozar en una hoja una serie de posibilidades hacía algún trabajo de corrección de un texto de forma mental antes de dictarlo. Se dice que a eso se debía la vuelta de Borges a la poesía de versificación tradicional, aunque es una afirmación relativa porque ya había escrito sonetos, endecasílabos,  alejandrinos y octosílabos antes de quedarse ciego.

Estamos hablando de un escritor que nació en 1899 y murió en 1986 y se siguen publicando siempre nuevos libros y artículos sobre su obra. ¿Borges es inagotable?

Creo que tenemos para largo rato todavía, porque hay muchísimas citas invisibles en su obra. Borges era bastante adicto a esconder citas de sus lecturas en sus textos. Seguramente hay miles de descubrimientos posibles que se van a hacer en los años venideros. El trabajo con los manuscritos y las anotaciones en los libros leídos es muy útil para ir descubriendo esas citas secretas. Lo que se puede hacer en base a este tipo de material es llegar una mirada nueva, una perspectiva nueva sobre el texto en sí y sobre la relación entre ese texto y otros del propio Borges o de otros autores. Algunos han dicho que Borges es el lector más importante de la literatura moderna, que su lectura está muy presente en su escritura, eso es obvio. A la vez se puede ver esa presencia de las lecturas es un trabajo que se ha hecho en una pequeñísima parte. No nos hacen falta nuevos estudios generales de la obra de Borges, lo que no tenemos todavía son estudios puntuales de la relación entre textos de Borges y muchos de los autores que leyó. Las referencias histórico-políticas, el contexto de composición de las obras, es una veta que también se podría seguir trabajando.

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