Opinión

Nombres im-propios

Por Francisco Marguch
Licenciado en Letras Modernas. Participa del grupo de investigación Incorporaciones y del programa de Género del Centro de Estudios Avanzados de la UNC.

¿Qué es el nombre propio? Muchxs coincidirían en llamar al nombre propio una ficción, es decir, una invención cultural a través de la cual las sociedades han asignado a cada cuerpo una identidad individual, aquello que vuelve a un cuerpo una persona. Los nombres propios son términos marcados genéricamente, ficciones culturales que imprimen a un cuerpo su masculinidad o femeneidad. Lenguaje performativo, en el sentido en que más que describir, hace, el nombre propio nos es puesto al nacer.

Ya desde antes de nacer, la pregunta más frecuente sobre ese ser humano por venir es “¿es nene o nena?”. A través de ecografías y en el momento del parto, el dispositivo biomédico se encarga de mensurar ese cuerpo, verificar si está acorde a las taxonomías sexo-genéricas que ese mismo dispositivo ha construído. Así, el nombre propio viene a llenar de individualidad, de la mística de la persona, aquello que ha debido ser ubicado como masculino o como femenino.

Sin embargo, la ley falla. El performativo no siempre logra crear aquello que se propone. Cuerpos y sexualidades disidentes aparecen allí para cuestionar las ficciones biomédicas y las del nombre propio. Un cuerpo en su singularidad parece no corresponderse con la gramática clasificatoria que intenta tipificarlo. Un cuerpo no se identifica con aquel nombre que lo generiza y decide usar otro.

Este proyecto de la Universidad Nacional de Córdoba viene a darle una posibilidad a aquellos que no se reconocen con el nombre asignado al nacer de reescribir la ficción del nombre propio. Hacerse un nombre, gestarse un cuerpo, significa poder presentarse frente a los otros del modo en que uno se ve a sí mismo. En ese sentido, este proyecto intenta que, por lo menos en el ámbito universitario, aquellos que no se identifiquen con el sexo y el nombre que se les ha asignado al nacer puedan hacerlo con el nombre con que se autoperciben. La resolución está orientada así a evitar la violencia con que el nombre im-propio -puesto que es propio de cada uno pero asignado desde afuera- impone sobre ciertos cuerpos. El ser llamado por un nombre por el que unx no se reconoce constituye, sin duda, una forma de violencia puesto que niega el derecho a la identidad de las personas. Por tanto, nuestra Universidad se ha propuesto una forma de que, por lo menos entre sus paredes, sus alumnos, sus no docentes, sus docentes y sus autoridades puedan evitar la exposición a la violencia de ese nombre.

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